Dignidad y derechos de la persona: ¿cuestión de mayorías?

Parece mentira en pleno siglo XXI, puedan hacerse este tipo de preguntas, pero son del tipo de preguntas que, seguramente, nadie ya se haga. En 1948 tras la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el documento titulado “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, conjunto de normas y principios, garantía de la persona frente a los poderes públicos. Curiosamente la Iglesia Católica, si bien manifestó su total apoyo a dicha declaración y su contenido, nunca la ha suscrito, pues suscribirla implicaría asumir una de las mayores perversiones que la cultura moderna ha impuesto a nuestras sociedades: asumir que las dignidad y los derechos naturales de las personas puedan depender de las mayorías. 

Sin duda, la Declaración Universal de los Derechos Humanos marcó todo un hito y otorgó un sentido y una misión a la Organización de Naciones Unidad (ONU). Pero con los años, esta organización se ha convertido, gracias a las mayorías que la dominan desde hace años, en la mayor organización internacional contra la dignidad de las personas. Programas financiados por la ONU y de obligada implantación en los países que quieran seguir recibiendo fondos internacionales de ayuda con el chantaje económico como fórmula elemental de extensión de sus proyectos (si, así es, en África por ejemplo, a los países que se niegan a implantar los programas de salud sexual y aborto, les cancelan ayudas para luchar contra el paludismo o la malaria).

Es la ONU quien está implantando la obligación en todos los países del planeta de reconocer el derecho de las menores al aborto sin consentimiento de sus padres; es la ONU la encargada de fomentar programas de empoderamiento de la mujer que, más allá de la igualdad, buscan la confrontación permanente entre los 2 únicos sexos que a día de hoy siguen siendo reconocidos por la biología (el hombre y la mujer); Es la ONU la organización encargada de diseminar e implantar la ideología de género, donde los lobbies LGTBI deciden sobre las sanciones a imponer a los países que se nieguen a ello.

Gracias a estos programas de la ONU, asistimos sin apenas darnos cuenta al exterminio sistemático de los hijos que vienen afectados por el síndrome de Down. Esta carnicería silenciosa se produce tanto en países totalitarios como en sociedades occidentales democráticas, desarrolladas y opulentas. Esto corrobora la realidad de que la democracia, por sí misma, no mejora ética ni moralmente a las personas. 

La democracia es un sistema de convivencia orientado a controlar los abusos del poder, a proveer a la sustitución de forma pacífica de quienes lo ostentan gracias a la prevalencia de las mayorías y el respeto a las minorías, y a proporcionar seguridad jurídica a los individuos y los grupos sociales gracias al imperio de la ley y a la protección eficaz de los derechos fundamentales, las libertades individuales y el cumplimiento de los contratos libremente establecidos, pero hemos de ser cautos y no considerar a la Democracia como un fin en si mismo, sino como un medio pues, al final, las sociedades que carecen de criterios para distinguir el bien del mal, están abocadas a la suprema contradicción de consagrar democráticamente el despotismo y la degradación (de esto también sabe mucho Alemania, pues el partido NAZI ascendió al poder «democráticamente»).

Así pues, queridos lectores, tenemos la obligación de preguntarnos porqué, desde hace unos años, las asignaturas relativas a humanidades, pensamiento y filosofía están siendo anuladas, cuando no eliminadas, de los planes educativos. Están siendo reemplazadas por materias técnicas, tecnológicas y/o económicas, las cuales no son negativas en si mismas, pero si cuando mediante estas lo que se pretende es reemplazar los valores éticos de la sociedad y hacer del bien o del mal una cuestión de mayorías, eliminando así lo que se ha venido a reconocer siempre como el derecho natural.

La mezcla de relativismo moral y de métodos democráticos produce un resultado anestésico que puede ser letal para todo un pueblo (que se lo digan, por ejemplo, al pueblo venezolano). Si la verdad no existe y la bondad la determinan las mayorías, el camino para la destrucción de las libertades está expedito y en España parece que queremos ser de los primeros países del mundo en llegar a esta triste meta.

Desde Cristianos en Democracia queremos poner en valor y trabajar con personas, organizaciones y partidos políticos que reconozcan en la dignidad inviolable de toda persona, desde su concepción hasta su muerte natural. El bienestar de la persona y la igual dignidad exigen el compromiso de toda la sociedad, de trabajar para que todos tengan acceso a unas condiciones de vida que hagan justicia a la misma.

 

El Equipo de Cristianos en Democracia.

2 comentarios en «Dignidad y derechos de la persona: ¿cuestión de mayorías?»

  1. Estoy totalmente de acuerdo: la ONU se convirtió hace años en el gran enemigo de la libertad y la dignidad de las personas y naciones.
    Pero no podemos considerar que la ONU sea una institución democrática: las personas que influyen en las resoluciones no son elegidas por los ciudadanos de los paises que representan, existen paises con derecho de veto en ciertas cuestiones, los paises más ricos presionan o sobornan a los más necesitados de ayuda internacionan.

  2. Gracias Miguel Angel, tanto por el comentario como por las correcciones que nos has aportado en privado! Desgraciadamente en la ONU mandan mas las coporaciones farmaceuiticas internacionales, que la mayoría de los paises que la conforman, como bien dices.

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