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Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada. Edmund Burke, escritor y político irlandés.
  Porqué en pleno Siglo XXI tiene sentido una Asociación como la nuestra? Es realmente necesario hoy en día recordar a los Cristianos los principios morales que deberían alumbrar el sentido de su voto? Desgraciadamente, la respuesta es ROTUNDAMENTE SÍ. Vivimos en la era del relativismo moral, donde casi todo, por no decir todo, puede llegar a estar justificado y el «mal menor» justifica, erróneamente, nuestras conciencias a la hora de elegir a nuestros representantes políticos, pues, como bien recordaba Monseñor Ignacio Munilla, «votar el mal menor debe ser algo excepcional; si es habitual, es perverso». Así, tras 40 años de democracia, los cristianos hemos contribuido, por omisión, a cuestiones como:
  • El Aborto, pese a que las evidencias científicas son cada día más aplastantes con imágenes perfectas de fetos perfectamente formados, en España se siguen asesinando casi 100.000 bebés al año.
  • La Eutanasia, parece ser la Ley con la que Pedro Sanchez se estrenará en el Gobierno. El Asesinato asistido se ha disparado hasta tal punto que los ancianos de países como Holanda o Dinamarca, donde esta práctica está extendida con mas de 4.000 casos anuales, emigran a países vecinos como Alemania huyendo de la que saben será una muerte segura cuando su familia o el estado lo decida.
  • La ideología de género, que desafía a la biología, queriendo imponer por ley un nuevo modelo de antropología con una misión muy clara: La destrucción de la familia, o como “ellos” lo llaman, la “deconstrucción” del modelo de familia, destruyendo así el principal elemento de cohesión de nuestras sociedades.
Son solo 3 ejemplos de cómo los Cristianos se han dejado ganar la partida por el relativismo moral, pues hoy en día los partidos mayoritarios en España (PP, PSOE, CIUDADANOS Y PODEMOS) defienden y apoyan estas y otras agresiones contra la vida y la familia, mientras son votados por millones de “Cristianos” que, o bien no se han planteado nunca estas cuestiones o bien caen en el tópico de que “… no hay que ser tan exagerado”, o “que no es para tanto … ” hasta que, claro, les toca vivirlo en sus hogares.