Porque modifica las prácticas sexuales induciendo a la promiscuidad, a prácticas de riesgo y exigir a sus parejas comportamientos propios del ámbito pornográfico. También genera modalidades de violencia en las relaciones interpersonales y fomenta el acceso a la prostitución para dar salida a conductas impracticables con sus parejas, con relaciones carentes de respeto, basadas en la indiferencia hacia la actitud del otro, el abuso y la violencia.
Atenta contra la estabilidad del matrimonio: la pornografía ha influenciado entre el 56% y el 62% de los divorcios, alienta la infidelidad, y en este sentido aumenta el peligro sobre la salud, porque multiplica el riesgo de ETS. La propensión a las relaciones extramatrimoniales es un 300% mayor entre los consumidores de pornografía, y un 400% mayor en el uso de la prostitución.
Muchos de los problemas y conflictos en las relaciones de pareja tienen como causa no evidenciada la pornografía, que la ideología dominante tiende a enmascarar, porque sigue considerándola como un ejemplo de libertad.
Los vendedores de esta droga prometen placer saludable y la liberación de las tensiones sexuales. En realidad, como todo estímulo sobre impulsos primarios, genera adicción y deforma la percepción y la sensibilidad del adicto. No se trata de que la persona no diferencie entre realidad y ficción, sino que busca en el mundo real lo que incita su imaginación sobreexcitada. La pornografía es también una fuente de frustración.