Quien haya visto recientemente cómo se multiplican los programas y series dedicadas a «inocular» el pensamiento único de los ingenieros sociales que dominan el mundo, tendrá ya claro, a estas alturas, que el objetivo principal de nuestros gobernantes a día de hoy es la destrucción de la Familia, la única que existe de verdad, como institución básica de las sociedades que gobiernan.
Los medios de comunicación se han convertido en el canal perfecto para «normalizar», antes de legalizar, los cambios culturales que estos gobiernos diseñan en sus laboratorios; así fué con el matrimonio homosexual, llenando las películas y series de personajes principales homosexuales cuyas conmovedoras historias prepararon el cambio y así es ahora con programas absolutamente aberrantes como el que Antena 3 emitía ayer llamado «familias reales».
¿Por qué? Porque La Familia, la única que existe de verdad, es el componente fundamental de toda sociedad, donde cada individuo, unido por lazos de sangre o afinidades logra proyectarse y desarrollarse. Es en este contexto familiar, que empieza desde la infancia y la convivencia propia, donde el hombre y la mujer adquirirán habilidades y valores que lo ayudarán a superarse y replicar estos principios al momento de conformar su propia familia. Destruyendo La Familia, conseguirán individuos inestables, inseguros y aislados, fácilmente dominables y, sobre todo, listos para consumir y trabajar, que es lo que la sociedad que han creado demanda.
“Abolir a la familia” es una frase tomada del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Frederick Engels. Hoy esta consigna se ha convertido en la principal agenda de la izquierda internacional en contubernio con el feminismo radical de género y con poderosas organizaciones que buscan controlar la población, dirigidas por la masonería, que, por supuesto, está presente en todas las organizaciones políticas, pues en materia de familias, no hay ya izquierdas ni derechas. Esta conspiración se está llevando a cabo muy sutilmente bajo un disfraz de derechos humanos, de la igualdad de la mujer y de los derechos de los niños.
La unión entre el marxismo y la ideología de género ha quedado en evidencia en el libro “El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado” de Engels en el que se señala que: “El primer antagonismo de clases coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por la otra, con la del sexo femenino por el masculino.” Las feministas de género coinciden plenamente con Marx y Engels en la concepción errada de que la familia es la fuente principal de opresión para la mujer y que la maternidad es una gran carga de la cual se le debe liberar.
¿Y qué podemos hacer? Cumplir con nuestra misión, anunciar la verdad a tiempo y a destiempo, unirnos y, sobre todo, no callar ante la perversa mentira de la igualdad de género que es el caballo de troya con el que quieren manipular y controlar ; esa es su estrategia más elemental, imponernos el silencio de los complejos y la vergüenza; «convencernos» de que estamos anticuados, obsoletos, para que renunciemos a la defensa de nuestros valores, renunciando incluso a transmitirlo a nuestros hijos para que así ellos puedan inocularles, a través de los medios y la educación, sus «contravalores». No renunciemos a la verdad. No tienen derecho a usurpar la denominación de Familia y no hay que tener miedo alguno a decirlo alto y claro. Que se llamen como quieran (uniones temporales de cohabitación, por ejemplo, pues además se unen bajo supuestos concretos de finalización de dicha cohabitación), que les regulen sus «derechos» (los que les correspondan, pues al fin y al cabo no adquieren compromisos que les presupongan mas derechos que los de cualquier otra relación de amistad, en este caso, con derecho a cosificación mutua), pero no nos callemos ante la penúltima agresión a los valores que han construido nuestra sociedad, pues quien calla, otorga, y colabora por omisión en la destrucción de nuestra civilización.
Destrucción de la familia y la civilización ante una imposición de lo INHUMANO.
Malditos sean los que hacen proselitismo y apología de esa estúpida e infernal «política» para destruir la familia. Malditos sean también los «genios inventores» de dichas prácticas. Condenados y malditos ya están. Dios se apiade de sus almas.