Unidos en Jesucristo, para que el mundo vea y se convierta.

España necesita de nuevo de los signos de la Fé, el Amor y la Unidad. Pero ahora más que nunca, necesita de la unidad. Muchos son los males que nos acechan a los Cristianos en torno a esta cuestión: La división social, la política, la económica… ¿Porque no aprendemos entonces de las primeras comunidades cuya vida se nos relata en los Hechos de los Apóstoles?

Es hora de unirnos. Esta unidad solo puede surgir de la unión en Jesucristo.

La madurez o crecimiento de una iglesia se mide por la unidad con la que esta se rige; significa firmeza en la doctrina, santidad y una clara visión de lo que es su misión en el mundo, viviendo y sirviendo siempre sujetos a la autoridad de Dios.

La unidad que la iglesia vive como una comunidad y como cuerpo de Cristo es lo visible de su relación espiritual con Cristo. La verdadera espiritualidad de la iglesia debe ser cultivada permanentemente con la palabra de Dios. Solo ahí encontraremos lo que verdaderamente nos une.

Vienen tiempos en los que toca dejar de comportarnos como niños y demostrar algo de madurez y coherencia. No son tiempos mejores ni peores que otros que ya hayan vivido nuestros hermanos a lo largo de la historia. Como dice San Pablo en la lectura de la misa de hoy, no somos de «Apolo» o de «Pablo»… hemos de aprender a actualizar estas exhortaciones pues no cabe duda de que es una lectura absolutamente actual…

No, no somos del PP ni de Vox, de Podemos o del PSOE… Somos de Jesucristo resucitado y solo si maduramos y el Señor nos concede la Gracia, podremos volver a mostrar al mundo y esta sociedad que camina en tinieblas a Jesucristo resucitado, siendo de nuevo testigos de la verdad.

2 comentarios en «Unidos en Jesucristo, para que el mundo vea y se convierta.»

  1. Acertados pensamientos. Gracias.
    El mundo entero (nuestra España en particular) vive una emergencia espiritual y la iglesia no sólo no goza de libertad para proclamar el evangelio, sino que ha comenzado a experimentar su propia pasión…, pero si nosotros callamos o no somos testigos creíbles, «gritarán las piedras»…
    Supliquemos cada uno la propia conversión diaria. Pidamos humildad y fortaleza.

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