La redención del hombre se debe a la muerte y Resurrección de Jesús, es decir a la Pascua, pero es lógico celebrar el inicio de esa gran manifestación del amor de Dios, o sea, su venida al mundo, «Adviento».
«El tiempo de Adviento nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!” (Papa Francisco).
Durante el adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de adviento, con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Hay una pequeña tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
Navidad y Adviento no son fiestas independientes. El Adviento nació como tiempo de preparación para celebrar la fiesta de la Navidad, igual que la Cuaresma respecto a la Pascua.
Al igual que preparamos nuestras casas para recibir a nuestros invitados estas navidades (familiares, amigos, etc), debemos preparar nuestro corazón para recibir a Jesucristo, especialmente en este tiempo. ¿Cómo puede nuestro corazón albergar algo de esperanza en el mundo que nos rodea? Pues porque nuestra esperanza no se fundamenta en que el mundo cambie para recibir a Cristo, sino que con la llegada de Cristo, los ciegos volverán a ver, los cojos saltarán, la lengua del mudo cantará de nuevo y los muertos, resucitarán. Cristo es nuestra esperanza y para prepararnos correctamente tenemos que estar preparados para esto, porque Dios hace salir el sol para justos e injustos.
Si somos «co-redentores» con Cristo, estamos llamados a prepararnos para, como Él, ofrecer nuestra vida por la salvación del mundo, por aquellos que para nosotros no la merecen. Esa es la verdadera preparación que, a través de la oración, hemos de pedir al Señor por mediación de su Espíritu Santo para que nos conceda, como a los antiguos profetas, la fuerza para seguir denunciando el mal y las estructuras de pecado de este mundo a la vez que
nos otorga gracia de caer en la tentación de juzgar a las personas que son arrastradas por esos males pues, a estas alturas, bien deberíamos saber que nada nos diferencia de ellos y que en todo caso no podríamos sino dar gracias al Señor por habernos devuelto algo de vista antes que a ellos.
Si quieres saber un poco más sobre este tiempo litúrgico, aquí dejamos un interesante enlace. ¡FELIZ ADVIENTO!