Hoy es un día triste para España. La Constitución Española se encuentra hoy amenazada de muerte y los españoles lo saben. La Ley de Amnistía saldrá adelante y nadie podrá impedirlo.
La Izquierda radical española, siguiendo la agenda del castro-chavismo, lleva años manipulando los poderes del Estado para situar a sus fieles entre los principales puestos de las instituciones.
Abogacía del Estado, Fiscalía General y hasta el Tribunal Constitucional son hoy burdamente manipuladas mediante la designación calculada de sus miembros por parte de Sanchez I, el mentiroso, y sus secuaces.
Nada más ser nombrado, el Presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde Pumpido, demostró a su amo su fidelidad, «despachando» en pocas semanas los recursos contra las leyes de Aborto y Eutanasia, dictando sentencias incluso contra la propia jurisprudencia del alto tribunal, en contra del derecho a la vida.
No es pues, de extrañar, que Sánchez, terroristas e independentistas estén seguros de que la Ley de Amnistía será plenamente Constitucional, pues para eso se han asegurado previamente de que el Tribunal Constitucional está formado por quienes, atendiendo a sus dictados, están dispuestos a retorcer nuestra Constitución hasta límites insospechados.
Europa tiene poco que decir; Llevan años enseñando a manipular las instituciones a base de destruir los principios elementales de nuestra sociedad mediante «mayorías»: Matrimonio homosexual, aborto como «derecho sexual y reproductivo», ideología de género, laicismo radical… Sánchez no es más que un alumno aventajado de aquellos que, guiados por el maligno, trabajan cada día por destruir nuestras sociedades.
El caso del Rey Emérito, D. Juan Carlos I, es toda una muestra de la mezquindad con la que nuestros políticos actúan (o callan) y los grandes medios de comunicación, que comen de los políticos, hacen el juego a esta partidocracia en que se ha convertido España.
D. Juan Carlos I, «exiliado» de facto en Abu-Dabi, apenas puede pisar su tierra, pese a no haber sido condenado por delito alguno (si bien todos tenemos claro que no ha tenido el comportamiento ejemplar que se esperaba de él). De otro lado, fugados y delincuentes huidos de la justicia, se frotan las manos a la espera de imponer sus condiciones para un retorno «glorioso» entre vítores de sus adeptos.
¿Qué tipo de Democracia es esta? ¿Verdaderamente tenemos algo que celebrar hoy? Sin Dios, sin principios inmutables, sin una base de normas elementales que, partiendo del derecho natural, establezcan la diferencia entre el bien y el mal, todas las sociedades ya ha demostrado de una u otra forma que cualquier «mayoría» puede convertir en derecho la atrocidad más infame, como el asesinato de no nacidos, de enfermos terminales y ancianos, o la mutilación de órganos sexuales en menores.
¿Hacia dónde va una sociedad que premia al delincuente, a los que huyen de la justicia y castiga a quienes, conscientes de sus errores, asumen sus culpas?