(EL IMPARCIAL) Los que rezamos a Dios en castellano sobre las dos orillas del mar de la Hispanidad somos pueblos de estirpe ibérica que poseemos un vínculo familiar que nos une. Formamos una comunidad de naciones enlazadas por el idioma y por un mismo sentido de la vida, mismos valores éticos y misma fe cristiana. Nunca despreciemos la idea de que la integración de la familia de naciones hispánicas pueda resultar un poderoso elemento de paz y de orden para el mundo.
Tomemos el ejemplo de Cuba. Por cierto, país maltrecho y confinado por el comunismo. Resulta curioso como los totalitarismos siempre recluyen la libertad por motivos ideológicos. Los nazis mediante el gueto en Varsovia, los soviéticos, primero, mediante el bloqueo, después, mediante el muro en Berlín. Y Sánchez mediante el Estado de alarma en Madrid. La Habana es una población cargada de españolismo, de vida americana y de preocupaciones europeas. No hay nada español que no sea un poco cubano, como no hay nada cubano que no sea un poco español. Cuba ha sido un crisol en donde se han fundido cuerpos y espíritus de España. Así es todo el continente americano.
Fue Ramiro de Maeztu quien concibió la idea de Hispanidad fundada sobre la fe católica, sobre la justificación histórica de la obra de España en América y sobre la idea de patria como un valor del espíritu. Ello originó un sentimiento familiar de pueblos, sobre el que España ostenta hacia ellos, antes que nada, el prestigio de su católica maternidad. Los misioneros españoles no fueron a allí a buscar oro, sino a llevarlo.El continente americano es el continente de Nuestra Señora y la devoción mariana fue un importantísimo factor en la conversión de los indios, en la formación de la historia y en la mezcla fecunda de razas que siguen rezando las oraciones que aprendieron del labiado de los colonizadores. La equiparación con los españoles de los indígenas de América, data del mimo instante del descubrimiento y posterior evangelización. La ingente obra que España realizó en América o, incluso, en Filipinas representa el trasplante a todo un mundo sobre recia raíz católica de lo que hoy se llama espíritu de Occidente.
En Occidente estamos olvidando que Europa es algo más que una pura expresión geográfica. Que más allá de lo geográfico existe el término Europa como estilo de vida, como visión del mundo, como cuna de nuestra cultura común y como baluarte de los valores que se hallan indisolublemente unidos a la concepción cristiana de la vida: o sea, libertad y dignidad del hombre. En este sentido, Europa pertenece a los americanos con tanta legitimidad como a los nacidos en España, en Suiza o en Hungría. Por lo tanto, la defensa de Europa y de su significado en el mundo es para los de aquí, como para los de allá una cuestión que atañe a su propio ser y a su propia sustancia. La Europa así concebida, como concepto milenario de cultura, es la civilización occidental.
Tribuna escrita por Raúl Mayoral para el Imparcial con motivo del día de la hispanidad de 2020.