En las últimas semanas tenemos el polémico proyecto de legalizar la eutanasia. No tenemos montañas de ancianos o enfermos solicitando que acabemos con su vida. No. Lo que quieren los enfermos es que acabemos con su sufrimiento, que no es lo mismo. Quieren cuidados paliativos, quieren atención personalizada, quieren ser tratados como personas, no como animales.
El parlamento se empeña en legislar al margen de las demandas de la sociedad, es más, lo hace en contra de lo que la mayoría quiere. Cuando esto ocurre no tenemos más remedio que buscar los motivo más allá de lo se expresa públicamente. Para ello siempre es bueno preguntarse por los principales beneficiados y perjudicados de las nuevas medidas legislativas. No nos debe sorprender que los principales perjudicados sean aquellos que la ley dice que pretende ayudar. Ya lo hemos visto en otras ocasiones: la ley de memoria históricaprocura la desmemoria, la comisión de la verdad quiere ocultar la verdad, la salud reproductiva ataca la salud y la reproducción, etc… En este caso los perjudicados se identifican claramente: las personas que mueren.
Busquemos ahora a los principales beneficiados. Para ello, tenemos que buscar quien será la persona que solicitará este nuevo “derecho”. En principio será la propia persona que va a morir. De hecho este es el argumento que esgrimen los que defienden la propuesta: ellos elegirán libremente y no podemos negarnos a la libertad de los demás (libertad, ¡qué forma de maltratar esta hermosa palabra!). Supongo que se refieren a la misma libertad de todas esas mujeres que abortan libremente mientras lloran libremente y sufren en plena libertad. Familiares, médicos y feministas “animan” a la embarazada a que “libremente” elija abortar. “Es lo mejor para ellas, solo que no lo saben”, dicen.Lo siento pero no me lo creo.
¿Conocemos alguna situación legal en la que alguna persona no pueda decidir por sí misma? Cuando un hijo es menor de edad los padres pueden decidir por ellos en cuestiones importantes. Cuando un anciano tiene una enfermedad que afecta a su capacidad cognitiva suelen ser sus hijos los que deciden por ellos. En ocasiones los médicos también pueden tomar decisiones según su criterio.
¿Conocemos algún hijo que espere algún beneficio de la muerte de su padre? La pregunta puede parecer impertinente, pero ya hemos visto a miles de madres reclamando el derecho de beneficiarse de la muerte de su hijo. La respuesta sincera es bastante simple: ¿A cuantas personas de 50 años conoces que tienen problemas económicos que acabarían al heredar una importante suma? No solo se olvidarían de la hipoteca, sino que se podrían permitir unas buenas vacaciones a costa del “eutanasiado”. Intenta poner a un lado de la balanza un coche último modelo (o la operación de cirugía estética que tanto deseas) y al otro lado a tu suegra. Puede sonar a chiste: “Manolo, si quieres unas vacaciones en el caribe, tendrás que quitarnos a tu madre de casa” y recuerda que a Manolo le enseñaron en educación para la ciudadanía que tiene derecho a disfrutar y sus padres no se lo pueden impedir. Sumemos que los médicos cada vez tienen más claro que su juramento no es hipocrático, sino hipócrita.
Si esto parece ridículo y poco probable, te sugiero que investigues por qué en los países bajos (donde la eutanasia es legal) los ancianos tienen miedo a ir al hospital y muchos se han ido a vivir a otros países.
¿Más beneficiarios? Sí, claro. Todos hemos oído del problema que supone para el Estado el pago de las pensiones a los jubilados. Cada vez hay más pensionista y con pensiones más altas. ¿De verdad alguien piensa que cuando la eutanasia esté socialmente aceptada no vendrá el Estado a decir que lo mejor para todos es “eutanasiar” a los mayores de 75? La discusión se centrará en la edad y finalmente aceptaran aplicarlo “solo” a mayores de 80. ¿Crees que esto nunca ocurrirá, que no habrá aceptación social? Lo mismo pensabas del divorcio, del aborto, de las uniones homosexuales…
Ya legalizaron el asesinato a los hijos y ahora quiere legalizar el asesinato a los padres. Al menos podemos alabar su coherencia en el planteamiento: cuando soy joven me quito al hijo que me coarta la libertad y ahora que mis padres ancianos son los que me impiden hacer lo que quiero… ¡pues también los elimino! Además, como cada vez hay menos cotizantes a la seguridad social, pues tengamos también a menos jubilados y así cuadramos las cuentas.
Es necesario un rechazo total a la actual propuesta de eutanasia. Si ahora cedemos y aceptamos solo los casos excepcionales, todo lo demás llegará con el tiempo.
Miguel Ángel Sánchez Vargas
Colaborador de Cristianos en Democracia en Córdoba