La secularización (esto es, la desaparición de los signos, valores o comportamientos que se consideran propios o identificativos de una confesión religiosa) hace tiempo que llegó al voto cristiano y católico en España. No hay mas que ver la evolución de nuestros parlamentos en los últimos 20 años. A continuación haré una breve reflexión sobre la carta del Arzobispo de Granada, tan vilipendiada e intencionalmente mal empleada por muchos. ¿El motivo? Las decenas de preguntas que nos llegan a través de nuestras redes sociales sobre que votar por un cristiano. Debido a su extensión, me concentraré fundamentalmente en 3 aspectos concretos de la misma:
1.- La mayor advertencia contra la secularización de nuestro voto es esta: «Pensar que se puede hacer una cultura cristiana sin Cristo, sin la gracia de Cristo, sin la pertenencia a Cristo y al pueblo nacido de la Pascua es un insulto, no a la fe cristiana, sino a Jesucristo. Aunque estuvieran intactos todos los elementos de esa cultura cristiana —que nunca lo están, sencillamente porque la vida profunda de la Iglesia es de origen divino—, la mayor bofetada que un cristiano puede darle a quien proclama como su Señor es creer —y hacer creer a otros— que Jesucristo es un dato adjetivo en nuestra vida, y que se puede gozar de algunos bienes que Jesucristo ha inaugurado en la historia sin necesidad de él, de su gracia y de la pertenencia a su pueblo.». Efectivamente, renunciar a nuestra base fundamental, al mismo Cristo, en pro de cosas «que se parecen» a lo que anunciamos, es una auténtica traición a las bases de nuestro pensamiento y al propio Cristo. No es mas que vendernos al mejor postor (ya parezca el mal menor o el bien posible), renunciando a lo que somos, o lo que queremos ser. Por si a alguien no le queda claro, ninguno de los grandes partidos (PSOE, PP, C´s, PODEMOS y VOX) pretenden hacer una cultura cristiana CON cristo sino, en el mejor de los casos, apoyados en las «tradiciones» y, por supuesto, renunciando expresamente a cualquier vinculación «CON» Cristo, excepto cuando esta le puede ser ventajosa, momento en el que guardan silencio, simplemente para aprovecharse de la corriente que los lleva a identificarse con un partido cristiano, sin serlo.
2.- Con respecto a los partidos cristianos dice lo siguiente: «Pero me temo que no hemos aprendido la lección, y estamos, una vez más, dispuestos a caer (y más hondo todavía) en la misma trampa. Sí, no hay un partido “cristiano”. ¡Pues claro! ¿Qué esperábamos? No estamos en un mundo cristiano. ¿O es que no nos habíamos dado cuenta? ¿Y qué pasa? ¿Y si ésa fuera precisamente la oportunidad que Dios nos da para que supliquemos de nuevo con seriedad “la fe y el Espíritu Santo”, y para volver a ser cristianos —simplemente cristianos— en un mundo que, diga lo que diga, se muere de sed del Dios de Jesucristo? No necesitamos ni un partido ni un gobierno que “apoye” a los cristianos.». Efectivamente, creer que «necesitamos» un partido cristiano podría rayar incluso la idea de tentar a Dios, anteponiendo nuestros planes, ideas y proyectos a los suyos, que es el único Señor de la historia. Pero entendemos que cuando el Arzobispo hace esta reflexión, se está refiriendo a los grandes partidos con opciones reales, a día de hoy, de obtener representación, pues si que hay partidos cristianos, pequeños, que lamentablemente seguirán siendo pequeños mientras pese mas el miedo o la utilidad de los cristianos a la hora de depositar su voto. Es más, creemos que la misión de un partido cristiano no debe ser ni mucho menos la de gobernar, pero si la de ser luz en los parlamentos, contrapunto y denuncia de los permanentes intentos de subvertir nuestra cultura.
3.- Dice finalmente el Arzobispo que «Cuando hablo así no estoy tampoco invitando a la abstención. Que, por supuesto, también es legítima, si uno cree verdaderamente que es lo mejor que puede hacer. Pero nada más lejos de mi pensamiento. Porque quien se abstiene, como quien vota en blanco, también vota, sólo que vota al grupo que resulte mayoritario»; entonces, ¿que opción nos quedaría? Pues sin duda, si no nos vemos capaces de apostar por opciones minoritarias pero fieles, la del voto nulo, es decir, manipular cualquier papeleta, pintar sobre ella una X por ejemplo (o, mucho mejor, una cruz), e introducirla en la urna, como signo inequívoco de que no nos sentimos representados por ninguna opción existente, toda vez que no estamos dispuestos a renunciar a nuestro derecho al voto ni a favorecer a las mayorías a través del voto en blanco.
En definitiva, son muchas las tentaciones que nos acechan, aunque la mas mezquina que se escucha reiteradamente últimamente entre los «cristianos» es la de «no dividir el voto»… ¿Cómo podemos ser tan cínicos con nosotros mismos? ¿Acaso existe «unión» del voto cristiano en torno a una opción cristiana? ¿O los que propagan esta idea prefieren que los Cristianos nos unamos en torno a una opción que no es cristiana? Mas nos vale estar unidos en un pequeño partido fiel a la Doctrina de la Iglesia, que, insistimos, los hay, o incluso unirnos en el voto nulo, antes que «secularizar» nuestro voto y unirnos en opciones no cristianas que, como viene ocurriendo desde el emperador Constantino, encuentran el los cristianos una vía fácil para llegar al poder.
Daniel Fernández V.
Presiente Asociación Cristianos en Democracia.
No estoy conforme con algunas cosas.
Como cristiano, yo no votaría a ninguna opción política, porque ninguna es perfecta, pero tenemos la obligación moral de hacerlo, porque el voto tiene unas repercusiones sociales. La abstención o dar el voto a un determinado partido político pueden favorecer el que otro partido político, distanciado el que más o entre los que más, de lo que enseña la doctrina social de la Iglesia, pueda gobernar este país. No es lo mismo el que una opción favorezca o esté a favor del aborto, la eutanasia, la matanza de embriones humanos; que no defienda la libertad religiosa, la libertad de enseñanza, el matrimonio entre un hombre y una mujer… y todo ello se lleve a cabo, y otra muy distinta el no votar por dicha opción y hacerlo por otra mucho mejor: ello también es una responsabilidad del católico.
Buenas Tardes Javier
Muchas gracias por su opinión. Como habrá visto, si que llamamos a cumplir el deber ciudadano de votar. Pero el voto NULO es una fórmula tan legítima como el resto. Lo de votar por temor a que otras fuerzas avancen, pues personalmente no lo veo, pues al final, salgan las que queramos o no, debemos confiar, sobre todo y ante todo, en el Señor de la historia… Un abrazo y gracias, de nuevo, por su intervención.
El voto nulo será legítimo, pero nada eficaz. Los hijos de la luz deben ser más audaces que los de las tinieblas.
«A Dios rogando y con el mazo, dando», señor.
¿Eficaz? Si eficacia es votar a opciones políticas que nos «devuelvan» al escenario de 1984, basadas en «tradiciones» y no en firmes convicciones, es mejor ser fiel que eficaz. Al final cualquier excusa es válida, parece, para volver al mal menor, en lugar de luchar por la verdad.
Sin duda, las palabras del Arzobispo de Granada han herido profundamente a los/ las cristianos/ as que tenían claro votar a VOX, un partido liberal-conservador clásico con un marcado carácter nacionalista español… ¡Nada nuevo bajo el Sol!
El Liberalismo, una ideología, es decir, una religión pagana. El conservadurismo, una actitud que, bien entendida, es interesante, pero tarde o temprano acaba por «conservar las revoluciones de la izquierda», como decía Chesterton (sólo hay que analizar la evolución de partidos como el PP, PNV, la extinta CiU, etc.) y el nacionalismo, la idolatría que nos condujo a dos Guerras Mundiales y que hoy amenaza la unidad de España y la vuelta a una UE muy inquietante.
Los cristianos debemos trabajar en el desarrollo de una opción política fundamentada en Principios, generadores de un Ideario, no en Ideologías paganas que al final nos hacen adoradores de ídolos. Mientras tanto, si votamos es nulo, o nos abstenemos, tampoco se acabará el mundo por esto.
Un saludo.
Totalmente de acuerdo Jose María. Pero hay esperanza y poco a poco se vá viendo luz, con propuestas cristianas electorales, sin dobleces ni complejos.