Economía y Dignidad (I): No todo vale en pos del crecimiento económico.

La economía ha ocupado un lugar preferente en el magisterio de la Iglesia de los últimos 100 años y en concreto en la Doctrina Social: desde León XIII en la cuestión obrera, Pío XI en su valoración del capitalismo más desarrollado e internacional, las grandes figuras de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II en su largo pontificado hasta el papa Benedicto XVI y el papa Francisco I, ambos con un mensaje bien preocupado por la dignidad del ser humano en un mundo globalizado. Con este post, comenzamos una serie de publicaciones en las que esperamos ofrecer algo de luz, la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, a la cuestión de la Economía y el Trabajo.

En 1987, al cumplirse 20 años de la Encíclicia Populorum progressio de Pablo VI, SS. San Juan Pablo II Juan Pablo II hizo pública su Encíclica SoIlicitudo Rei Socialis, acerca del mismo tema (los problemas del desarrollo a escala internacional), desde la perspectiva de las últimas dos décadas (años 70 y 80). En ella, con cierto halo de frustración, leemos con asombro como ya entonces  “Ha entrado en crisis la misma concepción «económica» o «economicista» vinculada a la palabra desarrollo. En efecto, hoy se comprende mejor que la mera acumulación de bienes y servicios, incluso en favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana. Ni, por consiguiente, la disponibilidad de múltiples beneficios reales, aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida la informática, traen consigo la liberación de cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y potencialidades, puestas a disposición del  hombre, no es regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género humano, se  vuelve fácilmente contra él para oprimirlo” (SRS,28). En resumen, la sociedad y las personas son esclavas del crecimiento económico cuando para alcanzarlo prescinden del valor fundamental: la dignidad de la persona. 

Viñeta Pensiones, de J. Mora en su articulo Pensiones (25/02/2018) de CTXT.ES

 

Sin duda, la gran preocupación de la Doctrina Social de la Iglesia en matería Económica viene por la preocupación sobre la persona; le preocupa la verdad sobre el hombre: “El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas
socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales” (Caritas in veritate,5).

La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales aplicando, sin más, la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios:

“La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o « después » de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente. En las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo”(Caritas in veritate,36).

 

La doctrina social de la Iglesia reconoce claramente la independencia de la actividad económica aunque no es menos cierto que la pretendida autonomía de la economía ha llevado al abuso de los instrumentos económicos. El mercado libre y la competencia, aun cuando en ciertos límites sean justo e indudablemente benéficos, no pueden en modo alguno regir al economía, pues entran en juego los individualismos, aunque tampoco puede regir una dictadura económica. El gobierno ha de intervenir, pero subsidiariamente. Por tanto, es necesaria la presencia activa del poder civil en la economía, para garantizar una producción creciente que promueva el progreso social y redunde en beneficio de todos los ciudadanos y es ahí donde los movimientos sociales cobran una especial relevancia y donde creemos que, desde Cristianos en Democracia, debemos promover y generar propuestas para, de un lado, hacer ver a nuestros gobernantes que no todo vale en pos del crecimiento económico y, sobre todo, que hay millones de ciudadanos dispuestos a trabajar por un bien común real y global.

 

Daniel Fernández

Presidente

Cristianos en Democracia

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