Pansexualismo Vs Fidelidad y matrimonio cristiano.

Ver a mi sobrino de siete años jugar con los muñequitos es una gozada. Vive a tope las aventuras que su inocente imaginación va creando. Pone su empeño en cada ruido del imaginario helicóptero, se deja la piel en cada persecución de dinosaurios y en cada disparo láser que lanzan sus héroes de plástico.

Y pensé: “ojalá pusiéramos toda el alma en cada cosa que hacemos, como este niño.”

Pero hoy, en líneas generales, esta sociedad no pone el alma en casi nada. Intenciones muchas, propósitos solidarios por  doquier, al planeta que no se le toque, pero al hermano que está al lado es otra cosa. Amemos el planeta, salvemos la humanidad….¿pero esta sociedad fomenta el amor a tu hermano? Creo que no.

De momento la corriente anticoncepción, que como lepra mortal va extendiéndose, va ganando la batalla. Eso parece.

Y si te haces mayor, o una cruel enfermedad cae sobre ti, no se te ocurra sufrir por ello. Pide que seas eutasianado y fin del problema.

Pero el guacamayo azul del Amazonas que no me lo toquen. Como si el mismísimo demonio quisiera anestesiarnos la conciencia con un estúpido sentido de humanidad (hacia el planeta pero no hacia el hermano).

El amor, lo que realmente significa el amor, se diluye entre tantas corrientes de índole sexual que pululan hoy en día.

Un pansexualismo atroz, y digo bien, atroz, porque fragmenta irremediablemente el verdadero significado de la sexualidad, convirtiendo a la actual generación y a las que vendrán, en seres sumamente vulnerables. La vulnerabilidad del esclavo. La pobreza de ser esclavo del placer. 

La sexualidad no deja de ser un don de Dios, creada para un fin, tejida en las fibras del amor, pero pasa a ser hoy en día una esclavitud que invisiblemente va apoderándose de todo raciocinio.

Los defensores de tantas corrientes sexuales se basan en hacer lo que les da la gana, cuando realmente hacen lo que las ganas le mandan. Las “ganas” se imponen sobre la conciencia, sobre el discernimiento y enturbia el verdadero sentido del amor, simplificándolo a la búsqueda del placer, y éste, como sensación alienante del día a día.

La sexualidad y todas sus vertientes van arrasando, como ríos caudalosos, toda libertad humana, en contra de lo que la sociedad piensa. “Soy libre y hago lo que quiero, cuando quiero y con quien quiero”, pero no disciernen lo que es ser libre. Ser libre NO significa decir sí a todo, sino saber decir NO.

Es cierto que la sexualidad tiene una carga carnal importante, pero no olvidemos que tiene por encima de esto, una parte sobrenatural al ser creación de Dios. Perder la perspectiva del amor bajo la mirada de la fe, anula el sentido del mismo.

Esta sociedad no enseña a amar. No enseña sexualidad. La educación sexual hoy en día solamente se limita a una sexualidad llamada sexualidad segura, a cómo no contraer enfermedades de trasmisión sexual y a evitar en lo posible, la fecundidad.

A esto se reduce. A negar el amor y a jugar con el sexo.

Si el noviazgo (término que hoy chirría entre los más jóvenes y lo sustituyen por pareja) es un período de discernimiento y el matrimonio el tiempo de la entrega,  hoy le han dado la vuelta y se empieza con la entrega para luego discernir si era o no la esposa o el esposo que tenía que haber elegido. Y así nos va.

Ya desde el famoso Mayo del 68, se empezó a separar el sexo de la procreación. Luego vino separar el amor del matrimonio, después el sexo del amor, hoy separando el sexo de la antropología masculina y femenina.

Frente a esta corriente incendiaria del amor, el silencio y el rechazo a la castidad se hace cada vez más ensordecedor.

Todo es admitido, cualquier forma de sexo, con cualquier tipo de persona/animal/cosa es admitido.

Pero no hables de la fidelidad, no hables de que Dios forma parte de tu vida y no solo espiritualmente, sino en la propia carne, pues Dios interviene también en la entrega del esposo a la esposa y de la esposa al esposo.

Ay amigo, como se te ocurra decir que vives un noviazgo casto, o que tu matrimonio es casto y no hay lugar para la infidelidad pero sí para el perdón, para la reconciliación, para la comunión, te tacharán, como mínimo, de antiguo. A partir de ahí, cualquier cosa. Arcaico, provocador, anticuado, intolerante, homófobo, etc, etc. Les escuece sobremanera cualquier pensamiento que huela a Dios, se revuelven como la niña del exorcista y el agua bendita. Algo tendrán que ver quizás.

Quienes ondean la bandera de la libertad van dando palos con ella a quien no se acerque ni un poquito a sus ideologías.

Y es que o se vive la sexualidad con todo el cuerpo y con toda el alma, con la dignidad que supone sabernos hijos de Dios o nos limitamos a vivir la sexualidad a la altura de la epidermis.

Házselo ver a quien no pone el alma en nada. Ardua tarea abrir el oído de quien no quiere oir, de penetrar en el corazón de quien lo tiene cerrado, pero confío y sé que no es imposible para Dios.

Jose María García

Asociación Cristianos en Democracia