El Estado de Alarma ha puesto una vez más de manifiesto la falta de democracia real en España. Que en España no tenemos un sistema democrático, sino una «partitocracia» es algo que, a estas alturas, suponemos que ya no se le escapa a nadie.
Pero el bochornoso espectáculo que el Estado de Alarma deja en la historia de nuestra «democracia» no sería tan tremendo si, mientras tanto, la ciudadanía no anduviera más pendiente de cuando puede ir a la playa o cuando vuelve la liga, en lugar de como nuestros Gobernantes pisotean todas las instituciones del Estado.
Y es que lo que mal empieza, mal acaba. Y todo esto empezó con un tal Sánchez, plagiador de tesis doctorales de profesión, que juró hasta el día antes de las elecciones por activa y por pasiva que no pondría de vicepresidente a nadie que le quitara el sueño, y mucho menos haría depender la gobernabilidad y estabilidad del país de partidos independentistas anti españoles. Mentira.
Siguió por la designación de una ministra como Fiscal General del Estado, haciendo saltar por los aires la independencia de la Justicia, continuó con la entrega de los medios públicos de comunicación a los que piensan que cerrar medios privados es proteger la libertad de expresión y mientras tanto, su ministro de confianza pagando peajes en las salas de esperas de Barajas antes de subir a aviones antidemocráticos bolivarianos.
Y aquí estamos, con un Ministro del Interior que ha mentido hasta 10 veces en menos de 7 días: Ha mentido en ruedas de prensa, en entrevistas, en Sede Parlamentaria… ha mentido tanto que solo por error se le escapó la verdad (como el «lapsus» del responsable de la guardia civil al que se le escapó, «por error», que tienen enconmendado vigilar a todo aquel que cuestione las decisiones del Gobierno). Si de verdad estuviéramos en una Democracia, existirían mecanismos suficientes para que Marlaska no dure más de 24 horas en su puesto desde el momento en que se demuestran sus mentiras y sus contradicciones de sus propios labios.
La política Española se ha convertido en juego de Matriuskas, como la magnífica ilustración que nuestro nuevo colaborador, Jucho, ha sido capaz de captar en la ilustración que acompaña esta publicación. Una colección de mentirosos (porque a quien miente se llama así en castellano, mentiroso) que se cubren entre ellos, pues sus mentiras se solapan y sustentan unas con otras y así, sacando una mentira tras otra como estas graciosas muñecas rusas, han creado un perverso sistema para cubrirse entre ellos, sabedores de que solo sus mentiras les servirán de apoyo a la siguiente mentira, y así sostenerse en el poder que, al fin y al cabo, es lo único que le importa.