Tras casi 10 días de «bombardeo psicológico» sobre la pandemia, el coronavirus y cifras de infectados, muertos, enfermos en UCI, no se ustedes, pero yo, sinceramente, no puedo ya más con tanta hipocresía. Esta publicación seguramente no guste a muchos, al primero a mi, porque implica que nos planteemos que parte de responsabilidad tenemos sobre los millones de personas inocentes que cada año mueren, sufren, o son explotados en el mundo, pero creo que todo tiene un límite.
Por tanto, si como consecuencia de leer el artículo hasta el final decides dejar de seguirnos o colaborar en nuestro proyecto, lo entenderemos, pues a nadie nos gusta que nos recuerden nuestras miserias y, como dicen los voceros de la masonería, es tiempo de generar cohesión y de animar a la población, no sea que caigan en la cuenta de sus errores y se espanten.
Hablemos de pandemias, sin hipocresía. Hablemos de organismos biológicos asesinos, sin hipocresía. Hablemos de sociedades que miran hacía otro lado mientras los que ostentan el poder toman medidas para eliminar a los mas débiles de la sociedad para mantener así los niveles de «prosperidad» económica y «bienestar social», sin hipocresía. Hablemos de occidente y sus sociedades criminales, por acción u omisión. Porque lo cierto es que hasta que los males no han dejado de afectar a un puñado de africanos o asiáticos muertos de hambre, que solo nos servían hasta ahora para poder disfrutar de bienes de consumo baratos, no hemos empezado a reaccionar.
Y ahora resulta que nuestras modernas y progresistas sociedades de la igualdad, libertad y fraternidad han entrado en shock y andan haciendo el payaso por los balcones, convirtiendo nuestras grandes urbes en inmensos zoos sociales, donde los cacahuetes a nuestras monerías se han convertido en unos cuantos likes en las redes sociales, como fórmula, de nuevo, de tratar de evadirse de una realidad que los aplasta: La enfermedad y la Muerte.
Pero la verdad es que son más de 100 millones de personas al año las que sufren en todo el planeta, de forma desmedida, nuestra crueldad social (y llegarían a más de mil millones si incluimos la pobreza entre ellos, y no solo a los que mueren, literalmente, de hambre). ¿De veras esta sociedad hipócrita sufre por un anciano que muere de coronavirus, tras una vida completa y opulenta en una gran ciudad moderna, rodeado de grandes cuidados sanitarios, al tiempo que sigue impasible ante un pequeño de 5 años que muere de inanición con la sola compañía de su madre, impotente?
¿Hasta cuando pensaba occidente que podría seguir cambiando de canal para evitar ser consciente del sufrimiento de los inocentes? El Coronavirus es una irónica demostración de la naturaleza sobre el hecho que supone pisotear sus leyes. Si, porque la naturaleza tiene sus propias leyes, y este mundo había entrado en una «pendiente resbaladiza» de tal magnitud que ya llamaba, sin pudor alguno, derecho al asesinato de inocentes, tanto los que estaban por nacer (aborto) como los que pretende asesinar «por caridad» cuando su vida ta no tiene utilidad alguna (eutanasia).
¿De veras hemos vuelto al punto de origen? ¿De veras hemos vuelto a caer en la tentación de creernos como Dioses? De momento no hemos sido expulsados de los modernos «jardines del edén» en forma de grandes urbes occidentales que nos hemos construido, pero ahora toca quedarse una buena temporada encerrados, como si de un aviso se tratara, sin poder disfrutar de los placeres de estos jardines. ¿Seguiremos en nuestra actitud de creernos como Dioses una vez termine el confinamiento? ¿Seremos tan estúpidos de no parar hasta que seamos expulsados de nuestros jardines o sean destruidos?
Si algo está demostrando la pandemia del coronavirus es la miseria moral de las sociedades supuestamente avanzadas. Desde la miseria moral de sus políticos y gobernantes, que han intentado apurar el máximo los tiempos para no frenar la economía, ocasionando así mucha más virulencia no solo en los contagios, sino en las muertes que está provocando, hasta la miseria moral de sus ciudadanos, de todos nosotros, volcados con nuestros «héroes» sanitarios (que, por cierto, muchos de ellos son los mismos que, pasado mañana, volverán a colaborar en la muerte de miles de inocentes de manera activa) y el sufrimiento de los enfermos y afectados de coronavirus, mientras nos sigue importando un bledo que hoy casi 10.000 niños morirán de inanición en un planeta al que, al fin, le ha llegado la hora de rendir cuentas de su hipodresía.
Ahora pues, solo queda una cuestión por determinar. ¿Servirá realmente el coronavirus para despertar la conciencia anestesiada y aburguesada de una sociedad occidental que estaba al borde del suicidio por egoísmo? Porque eso es lo verdaderamente importante de esta oportunidad que la naturaleza y la providencia nos ofrece con esta crisis mundial. No, lo realmente importante no es si mueren 3.000 o 5.000 personas en España por el coronavirus, lo que realmente importa es si empezaremos a hacer algo por las decenas de miles de inocentes que cada día sufren y/o mueren a consecuencia de nuestro egoísmo en este planeta que algunos ilusos querían salvar del calentamiento global, incapaces de ver el sufrimiento global que nuestro modo de vida había impuesto a mas de tres cuartas partes de la población mundial y que ahora, por un tiempo, nos toca sufrir en nuestras occidentales supremas carnes.
La vida, la naturaleza y la providencia nos están dando una gran oportunidad de asumir nuestros errores y cambiar, radicalmente, de forma de vida. Efectivamente muchos estamos descubriendo gracias a esta pandemia que nos nos hacían falta las compras compulsivas, los gimnasios, el culto al cuerpo y el egocentrismo en el que nuestras vidas estaban basadas hasta hace apenas una semana para vivir. Y esperamos y rezamos para que todos podamos descubrir que, incluso en estas condiciones de confinamiento y sin esa tan idolatrada «libertad» de la que hemos hecho un Dios absoluto las sociedades occidentales, se puede ser feliz. Ya solo quedaría que seamos capaces de empatizar con el resto de inocentes que sufren cada día en el planeta y no solo con los de nuestro barrio, ciudad o país, pero, sobre todo, con esos miles de inocentes que cada días deben pagar por nuestro modo de vida.
Daniel Fernández.
Presidente.
Esperonque el ser humano recapacite como n todos los dias que nos esperan de internamiento y tome concienciencia en la cultura de muerte que nos estan metiendo en la cabeza a el corazon con falsedades y mentiras y reaccione.
Asi lo podo con intensidad al Unico que nos puede dar vida con du Amor
¿hay alguien que todavía crea en ese «progreso» que predican los enemigos del ser humano? ¿ese progreso que no entiende de dignidad y humanidad? Es momento de que cada cual decida con quien está: si con los ídolos o con el Creador amante de la vida…Sabemos por la fe que en estos últimos momentos muchos creerán y se salvarán…, por ellos tenemos que seguir y perseverar hasta el final.
Así es Carlos.. Gracias por su comentario. Ánimo y un fuerte abrazo. Dios lo bendiga!
No cabe duda que es un excelente y valiente artículo. Mi más sincera enhorabuena. Desde mi ateísmo lo reconozco igualmente. Pero también indicar, que de forma natural y a millones cada año, la biología produce abortos por doquier. ¿Qué creador en una sana moral o ética elabora un mundo animal y humano con tal «atrofia»? ¿ De existir tal hacedor, no promueve la eliminación arbitraria de concebidos por manos del hombre toda vez que la propia Naturaleza lo hace por mano y gracia del creador? ¿ Dejó Dios que una obra de su creación, la Naturaleza, pudiera evolucionar hacia posibilidades como abortos naturales? Un abrazo
Muchas gracias por su comentario y por el respeto que, desde su ateísmo, demuestra. Como entenderá, diferimos de su argumento pues pre-suponer que no hay causas exógenas en los abortos llamados «naturales», sería tanto como presuponer que no las hay en el cáncer o la leucemia, por citar un par de ejemplos. Y a día de hoy no cabe duda de que no son consecuencias de un «error» de diseño de Dios, sino que tras todos ellos (y seguramente tras los mal llamados «abortos naturales», encontraríamos, con los medios suficientes, causas motivadas por dichos factores, al igual que las encontramos en las citadas enfermedades (exceso de metales pesados en los alimentos, contaminación del aire y del agua… a la postre, la acción directa o indirecta del ser humano y su libertad y no tanto planes erróneos o malvados del creador). De nuevo, gracias por su aportación!