Sanchez e Iglesias se están saliendo con la suya, no hay duda a juzgar por las imágenes que veíamos ayer en televisión y que reproduciremos mas tarde. Ver a jóvenes españoles con banderas de un régimen, el republicano, que fué un aniquilador de libertades, perseguidor ideológico y criminal, deja claro como la «batalla cultural» ha sido completamente ganada por la izquierda.
Las imágenes de ayer son aterradoras: «Muerte al Rey y a sus hijas» gritan estos «alegres jóvenes» pacifistas de la izquierda española. Lo cierto es que estos jóvenes, seguramente, seguramente no tengan ni la mas remota idea de quien Gobernó en España durante ese negro periodo de nuestra historia; seguramente no sepan que era la URSS y nadie en el colegio les habrá enseñado que quien se atrevía a pasar el muro de Berlín, era tiroteado por soldados comunistas. No hay duda, Sánchez e Iglesias han conseguido aprovechar los efectos de la pandemia del coronavirus para implantar si «Republica Bolivariana de España» y así, de nuevo, como buenos comunistas, fomentar la confrontación social como válcula de escape para sus políticas ruinosas y liberticidas.
La izquierda necesita participar, a través de la violencia, para ofrecer beneficios inmediatos y reales a los trabajadores, y además para imponer su expresión social de representantes de clase, frente a otras expresiones: regionales, nacionalistas, culturales, religiosas…
La base ideológica de esta postura estaba en textos de Engels sobre todo, y en la mayoría numérica de la clase obrera a principios del siglo XX. El socialismo sería la consecuencia económica de la democracia.
La realidad es que las clases no son categorías eternas, sino que surgen como producto de luchas concretas, como formas de agrupación y definición determinadas, entre otras muchas. Son identidades y como tales son construidas, no aparecen de modo natural en las conciencias de los individuos.
La ideología socialista fue producto de la elaboración de intelectuales que se unieron a las luchas obreras del siglo XIX. Obtenidas ventajas sociales y económicas concretas, fue progresivamente abandonada como utopía mesiánica y como práctica política murió en los años 80 del siglo XX.
Era inevitable que, desaparecido ese carácter de clase, difuminado en el capitalismo avanzado con una amplia fragmentación social, los partidos de izquierda tuvieran que volcarse en el resto de sujetos sociales a los que dice defender, definiendo de nuevo «grupos» con los que alimentar de nuevo la violencia social: Feminismo, LGTBI, Animalistas… al fondo todos coinciden en parecerse a quien los ha engendrado, pues su rasgo común es la violencia (siempre verbal y a veces, también física) con la que pretenden imponer sus postulados.