Cultura Woke (o de la cancelación): La libertad de expresión en (verdadero) peligro.

Llevamos ya varios meses escuchando con mayor intensidad en muchos foros acerca de los peligros de la cultura woke o cultura de la «cancelación» y, recientemente, la Asociación Católica de Propagandistas, en un nuevo alarde de valentía y genialidad ha lanzado una intrépida campaña llamada CANCELADOS gracias a la que, con la reacción de Ayuntamientos como Valencia, Murcia y Oviedo (entre otros), ha quedado demostrada de forma práctica esta cultura de la cancelación.

La cultura Woke o de la cancelación.

¿Pero, cual es el verdadero riesgo de esta nueva forma de imposición ideológica? En España desde luego hace décadas que los cristianos fuimos excluidos del debate público, social o político, y nuestras ideas fueron «canceladas», es decir, se generó una supuesta nueva cultura en la que todo lo proveniente del cristianismo como nuestra idea de matrimonio, familia o la propia educación de nuestros hijos fue declarada como «obsoleta», cuando no «retrógrada».

Precisamente esto fue lo que nos impulsó, hace ahora 3 años, a la creación de nuestra Asociación, cuyo objetivo fundacional era justamente devolver al debate público las propuestas y valores de la Doctrina Social de la Iglesia y del Humanismo Cristiano sin complejos y sin tener que disculparnos por el origen de nuestros valores.

Se trata de movimiento con bases americanas que parece estar afectando a sistemas inicialmente libres como la educación universitaria, o el ámbito personal tanto de anónimos como de personalidades públicas por medio de la censura de opiniones y contenidos, limitando tanto la libertad de expresión como el flujo de ideas dentro de las democracias (como ejemplos, las campañas de linchamiento moral público y cancelación pública masiva de personalidades de Hollywood o del mundo del arte como Anne Hathaway o J.K Rowlings)

De la cultura a la acción: Cárcel para los disidentes ideológicos.

Pero el verdadero peligro llega ahora, cuando nuestros legisladores, en su gran mayoría de la izquierda radical, o de izquierda radicalizados (no se sabe nunca que puede ser peor), pretenden transformar en leyes esta cultura de la cancelación. Lo hemos visto hace pocos meses, con la Ley de Protección de la Infancia, donde los padres pueden llegar a perder la patria potestad de sus hijos si los educan en contra del pensamiento dominante de la Ideología LGTBI y lo estamos viendo en el actual debate sobre la Reforma de la Ley del Aborto, que incluirá penas de cárcel para quienes desafíen o perturben el negocio de la muerte de los centros de exterminio (mal llamados, «clínicas abortivas»).

Hace muchos años, querido lector, que la cultura woke se instauró en tu vida sin que te dieras cuenta: Desde el momento en que dejaste de atreverte a mostrar en público tus ideas y valores, desde el momento en el que dejaste de defender el derecho a la vida de los no nacidos o de los ancianos o de los enfermos terminales. Desde el momento en el que no te atreviste a decir que la unión de dos persona del mismo sexo puede llamarse como quieran, menos matrimonio; desde el momento en el que dejaste de atreverte a decir que un niño necesita un padre y una madre…

¿Y porqué dejaste de decir abiertamente lo que pensabas? Por miedo a ser «estigmatizado»; por miedo a ser tachado de anticuado, retrógrado, «homófobo» o cualesquiera otros de los términos y sandeces que esta nueva forma de imposición ideológica ha definido en su joven trayectoria.

La cultura woke tiene la consecuencia de que las sociedades comienzan a preocuparse o a legislar sobre asuntos que no son realidades sociales (Lgtbi, animalismo, etc), sino que son mas bien modas ideológicas. La cultura de cancelación responde a una tendencia que no es nueva, que es la de silenciar las opiniones que consideramos inoportunas o inmorales en base a un determinado paradigma cultural. Algo que han criticado durante Siglos al cristianismo y más concretamente, a la Iglesia Católica, es ahora reformulado, con sus propios tribunales inquisitoriales ideológicos, pero con una gran diferencia: Ahora los acusados, no tenemos derecho a defensa alguna de nuestros planteamientos.

¿Libertad o Justicia?

Como bien explica David Mejía, instructor de la Escuela ethos de THE OBJECTIVE, «la novedad respecto a la cultura de cancelación tal y como la conocemos ahora es que se hace en nombre de una supuesta idea del bien, de alejar las voces discrepantes, silenciarlas y pasar una factura por errores que a lo mejor se cometieron en el pasado y que sobre todo tienen poco que ver con la intención de la persona cancelada«.

Como declaran los firmantes del Manifiesto firmado por 150 escritores, pensadores y profesores universitarios en Julio de 2020 «La forma de derrotar las malas ideas es mediante la exposición, el argumento y la persuasión, no tratando de silenciarlas o desearlas. Rechazamos cualquier falsa elección entre justicia y libertad, que no pueden existir la una sin la otra».

Pero, claro, que argumentos pueden dar a favor del aborto sus impulsores en pleno Siglo XXI, donde la medicina y la biología han determinado que la vida comienza en el momento de la concepción? ¿O que debate pueden sostener aquellos que, negando la biología, pretenden imponer que una persona puede cambiar su género cambiando de órganos sexuales, o de nombre en su DNI? ¿Qué pueden argumentar quienes desoyen continuamente a todos los comités científicos y bioéticos sobre la Eutanasia? Pues eso, nada.

Ante la falta de argumentos objetivos, reales y materiales, solo han podido recurrir a la cancelación, la persecución pública y, ahora, la amenaza de cárcel, al menos en España. Lo que no saben es que eso, para nosotros, es una gran noticia, porque nos permitirán vivir, Dios mediante, lo que nuestro Señor Jesucristo nos anunció, la persecución, y tendremos oportunidad de negarlo o reconocerlo frente a los nuevos sanedrines de nuestra sociedad.

Daniel Fernández Venegas

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