Las mayores críticas a un Gobierno de coalición PSOE-Podemos sostenido por el apoyo de separatistas han sido pronunciadas por socialistas. No solo por ilustres veteranos del PSOE, no solo por sus barones autonómicos, no solo por ministros del propio Gobierno; también por el mismísimo Pedro Sánchez, quien no podía conciliar el sueño con miembros de Podemos sentados en el Consejo de Ministros. El progresismo tiene en la hemeroteca a su peor enemigo y en la incongruencia a su mayor vicio. Otra genial reflexión de Raúl Mayoral, en El Imparcial.
Lo peor no es tener un presidente del Gobierno huérfano de verdades y nutrido de embustes e incongruencias, para quien el fin justifica los medios. Más grave aún es soportar a un Gobierno para destruir más que construir; dividir más que unir, retroceder más que avanzar, despilfarrar más que economizar. Un Gobierno para el cual palabras como “España”, “Monarquía”, “Constitución” o “Poder judicial” son tabú. Ante las elecciones generales del 2015, Pablo Iglesias afirmaba su deseo de ganar aquellos comicios con el objetivo de “iniciar un proceso constituyente para abrir el candado del 78 y poder discutir de todo”. El comunismo, que tiene fases de calma e inactividad que solo los avisados saben que son aparentes, siempre ataca la libertad al propugnar una subversión total de la sociedad utilizando a su conveniencia formas democráticas.