La agresión azerí sobre Nagorno-Karabaj a finales de 2020 revivió un viejo conflicto que es político (el expansionismo turco), pero también religioso (el expansionismo islámico), ha vivido en el último año un violento recrudecimiento. Un nuevo genocidio armenio de cristianos, en toda regla, como el que ya hiciera Turquía a comienzos del Siglo pasado, por más que nunca se haya reconocido internacionalmente.
La Unión Europea, tan sensible a otros conflictos, está asistiendo con rigurosa pasividad a las matanzas de cristianos armenios y a la destrucción de su patrimonio cultural y religioso, auspiciado por Turquía, solo mitigados por la presencia de tropas rusas de interposición.
Así lo denuncia el obispo Vrtanes Abrhamyan en una entrevista de Leone Grotti en el número de octubre de Tempi que podemos leer en este artículo de finales del pasado año en Religión en Libertad
El obispo de la Iglesia Apostólica armenia conoce la ferocidad de los soldados de Azerbaiyán. En 2007 fue nombrado líder espiritual del ejército armenio y todavía estaba en el cargo en 2020, cuando Bakú, con el apoyo de Turquía y de mercenarios islamistas sirios, invadió la República de Artsaj, arrebatando a los armenios tres cuartas partes del disputado territorio de Nagorno-Karabaj en una sangrienta guerra de 44 días que costó la vida a casi siete mil hombres y mujeres.