Celebrara esta semana Francia su día de la toma de la bastilla y Macron se ha propuesto causar tantos muertos en Europa como lo hizo su añorada Revolución Francesa en su tierra.
En nombre de la Libertad, supuestamente la de la mujer, Macron está haciendo todo lo posible por incluir el derecho a matar a un ser individual e indefenso en el vientre de su madre dentro de la Carta Europea de Derechos. Y a toda esta patraña lingüística la vienen a denominar «derechos sexuales y reproductivos».
La revolución francesa provocó mas muertes en un mes en nombre del ateísmo que la Inquisición en nombre de Dios durante toda la Edad Media en Europa.
Olvida Macron y todos los que se han plegado a la ideal (y muy masónica) versión de la historia de la Revolución Francesa, que dicha revolución fue un régimen criminal y sangriento que tiñó de Sangre las calles de Francia para así imponer su «libertad, igualdad y fraternidad». Y que a quien se negaba a aceptar y asumir esa fórmula, le cortaban la cabeza (entre 16.000 y 35.000 asesinatos públicos, según diversas fuentes).
No han cambiado mucho los tiempos. Ahora en la plaza pública, la guillotina ha sido sustituida por la cancelación, y a todo el que se atreve a desafiar el concepto de libertad que nos imponen desde la ONU o la UE, se le somete a un juicio sumarísimo para ser descuartizado en los medios de comunicación y redes sociales, al servicio de la «revolución globalista». Manipular la libertad en nombre de la revolución no es algo novedoso…
Cuando la libertad tiene que imponerse bajo amenaza de sanción, multa y cárcel, por ejemplo a quienes osen a rezar públicamente cerca de un abortorio, o cuando desafiar la igualdad impuesta puede suponer a unos padres que le retiren la patria potestad de sus hijos (leyes LGTBI y de protección de la infancia), está claro que no pueden ser verdadera libertad ni igualdad. De la Fraternidad, mejor ni hablamos, porque es un concepto que, como ya dijo Benedicto XVI, no puede existir sin unidad.
Por eso ha llegado al hora de construir una alternativa cultural cristiana en la que la verdad sea la única referencia que nos guie hacia el bien común, lejos de la política, que ha demostrado en los últimos 50 años que los intereses de los partidos están muy por encima de los intereses de la sociedad y, sobre todo, a puesto a los partidos al servicio de intereses superiores, como ya le ocurrió al pueblo Francés en su revolución francesa o al pueblo alemán con su aclamado Hitler.
A los adalides del nuevo concepto de «libertad» impuesto por el nuevo orden mundial les da miedo la libertad real, les produce pánico pensar en hombres y mujeres libres, capaces realmente de pensar por si mismo y que no asuman lo que sus medios de comunicación les sirven cada día como «opinión pública». Porque, al fondo, ellos conocen la verdad, la única verdad, y es que solo la verdad nos hace libres.