Democracia y Violencia

La Democracia soporta en su seno a grupos que no creen en ella y que incluso luchan por su desaparición. En España, ha llegado a permitir que un partido que cuestiona permanentemente sus instituciones, a sus fuerzas y cuerpos de seguridad, que no acata las decisiones de los tribunales y ataca a los medios, haya llegado al poder. Desde allí, continúa su labor de zapa contra el sistema animando manifestaciones violentas en protesta por la detención de un condenado por la Justicia.

Estamos viviendo una situación de, cuando menos, anormalidad democrática, si no directamente de antidemocrática. Un partido de gobierno alentando la violencia callejera y contra la policía cuando no están de acuerdo con decisiones judiciales o resultados electorales.

Con medias verdades, o directamente con mentiras, Unidas Podemos continúa aplicando su agenda desestabilizadora en España. Con la venia de un presidente del Gobierno al que sólo parece interesar mantenerse en el poder e imponer su visión ideológica a todo el país.

Ni siquiera la justificación o incitación a la violencia contra nuestros policías por parte de jóvenes autodenominados antifascistas por la detención de un condenado por la Justicia ha hecho que el PSOE de un toque de atención a su socio de Gobierno. Incluso algún cargo socialista ha intentado rebajar o justificar las injustificables declaraciones de Pablo Echenique o se ha puesto de manera más moderada de su parte lamentando que «se encarcele a alguien por cantar» (Francina Armengol dixit).

Tuit de Pablo Echenique, de Unidas Podemos, jaleando las manifestaciones violentas por la detención de Pablo Hassel

Estamos viviendo una situación de, cuando menos, anormalidad democrática, si no directamente de antidemocrática. El partido de Pablo Iglesias y allegados, los comunes o mareas, los independentistas… se han autoproclamado adalides y defensores de la democracia que tratan de destruir. Cuando una situación no les gusta, animan a la violencia en las calles como recurso.

Es urgente terminar con este doble lenguaje. Acabar con una incitación a la violencia o a la criminalización del contrario, justificando amenazas e insultos -o profiriéndolas- contra quien piense diferente. Nos jugamos, nada más y nada menos, que la democracia.

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