El día 5 de Julio es un día doblemente triste. Este fue el día elegido por el Gobierno de Felipe González en 1985 para aprobar la despenalización del aborto, que abriría las puertas al desarrollo del terrible negocio de la muerte en España. Como siempre, estas macabras leyes se aprueban bajo una mentira extrema: ¿No vamos a permitir abortar a una mujer violada, sin que sea condenada por ello? 37 años después, los abortos por violación no llegan a 100 casos anuales de los casi 100.000 abortos que se practican en España, según el propio Ministerio de Salud.
Y fue este mismo día el escogido por el Gobierno Zapatero para, 25 años después, en 2010, constituir el asesinato de no nacidos en un «derecho» sexual y reproductivo, convirtiéndose así España en uno de los alumnos mas aventajados de esta masónica ONU obsesionada con el control poblacional y el vaciamiento poblacional de occidente para dar cabida a la migración necesaria desde países que necesitan mantener empobrecidos para poder seguir produciendo a bajos costes y explotando sus recursos naturales.
Afortunadamente el tiempo sigue siendo el mejor juez de la historia (por mucho que Sánchez y el Gobierno Social Comunista se empeñen en ser ellos jueces de la de España con sus Ley de Memoria Democrática junto a los terroristas de ETA) y este año hemos vivido un hecho histórico con la anulación de la Sentencia que convirtió en EE.UU el aborto en un Derecho. Anulación, debida entre otras cosas a que ha quedado demostrado que el juicio fué una patraña ideológica auspiciada por la gran multinacional abortista Planet Parenthood que lleva décadas haciendo negocio con la muerte de los inocentes.
A pesar de todo, hay esperanza. El mundo abre los ojos ante la realidad del aborto y los avances de la ciencia.
Pese a que en España el Tribunal Constitucional persevera en la ignominia de no pronunciarse sobre los recursos a dicha Ley durante 12 años (recientemente han confirmado que no lo harán hasta que no haya una «mayoría progresista» de miembros, como si la justicia debiera depender de quien la imparte, y no de los hechos que se juzgan y de la verdad de los asuntos juzgados), el mundo está abriendo los ojos ante una realidad terrible.
La realidad es que se ha impuesto no ayudar a las mujeres que desean llevar adelante sus embarazos. La realidad es que la maternidad se «vende» por parte de los Gobiernos como un «lastre» para el desarrollo y la realización de las mujeres. La realidad es que los hijos se «venden» como un «lastre» por parte de nuestros Gobernantes. Y de esos polvos, vienen estos lodos: Europa, y por supuesto España, se suicidan demográficamente a la vez que millones de inocentes son asesinados cada año.
La realidad también es que en España se dictan leyes que coartan la libertad de reunión y libertad religiosa, al dictado de las empresas abortistas del negocio de la muerte, para impedir que nadie les moleste mientras trituran y desmiembran a seres indefensos, a la vez que se lucran con sus órganos y restos de tejidos.
Pero lo importante es que hay ESPERANZA. La esperanza de la ciencia con sus avances, capaces de demostrar cada vez con mayor rigor y precisión que apenas días después de la concepción, comienza la completa formación de un nuevo ser humano en el seno de la madre que no es parte de su cuerpo, sino que vive y se desarrolla en su cuerpo, y por tanto, sujeto de derechos propios por el que la sociedad debe velar.
Una ciencia que, esperamos, sirva para despertar las conciencias de Occidente, aletargadas por un aburguesamiento que ha conseguido desvincular por completo a la ciudadanía de la política y, por tanto, de aquellas cuestiones esenciales para el Bien Común de una sociedad, como es la protección de los más débiles, de los inocentes, de los enfermos y, por supuesto, de la maternidad, bien supremo de cualquier sociedad que pretenda trascender y sobrevivir a si misma.
Más aún, nosotros tenemos una esperanza diferente, nueva, potente… la de saber que contamos con la verdad y que, como poseedores de ella, ya ha ganado la batalla y sólo tenemos que esperar, inasequibles al desaliento, al momento en que sea manifestada con todo su esplendor y que todas las mentiras que se han construido en estos 40 años alrededor de ellas, comiencen a derrumbarse, como las murallas de Jericó. Jesucristo ya ha ganado este combate por nosotros hace mucho tiempo. Sigamos pues, buscando el Reino de Dios y trabajando porque su justicia se haga presente en nuestra sociedad.